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ErboreoRFrot 9/24/2012 10:28:35 AM
ErboreoRFrot
Las malas artes del agravio
Sobre Las tetas de Pern, novela de Roberto Grriz
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Tags literatura literatura latinoamericana Roberto Grriz Erbreo R. Frot escritores latinoamericanos escritores argentinos relatos novelas
 
A propsito del autor de Las Tetas de Pern del escritor Roberto Grriz.
 

A propósito de Las tetas de Perón de Roberto Gárriz

 Las tetas de Perón – Una novela peronista hasta las manos de Roberto Gárriz, editada por Libros del Zorzal, 2012, llegó subrepticiamente a mi casilla de correo. He querido comenzar el comentario crítico sobre esta obra apartándome deliberadamente de la retórica habitual de  las  reseñas, de ahí que he incluido un adverbio más propio de la crónica roja que de las páginas culturales de los grandes diarios.

Nunca más apropiado el anatema de Oscar Wilde que proclama: “La crítica literaria es una forma de la autobiografía”, porque las líneas que siguen estarán deliberadamente marcadas por esa impronta.

Quisiera agregar dos notas ineludibles antes de ingresar de lleno en mi objetivo específico. Ante todo, recordar que Borges en “El arte de injuriar” dice: Un estudio preciso y fervoroso de los otros géneros literarios, me dejó creer que la vituperación y la burla valdrían necesariamente algo más. No es el caso de este libro puesto que tiene poco de injuria, mucho de agravio y nada de arte. Y luego, es posible señalar que la literatura argentina está frecuentemente atravesada por el motivo de la conspiración, centrándose en las intrigas y en los grupos que se organizan para proyectar acciones encubiertas y formar sociedades secretas, pero sería un error incluir Las tetas de Perón dentro de esa perspectiva;  pienso que sería un error porque si bien es evidente que forma parte de un complot destituyente, difícilmente puede ser leída como literatura puesto que su urdimbre lo acerca más bien a los brulotes cargados de odio que han repetido y repiten los libelos vinculados a la difusión de la ideología antiperonista.

Conozco a Roberto Gárriz hace años, ahora se comprenderá mejor el adverbio que colorea la primera frase de este trabajo. Alguien de quien no quiero acordarme, me pidió ayuda ya que desde hacía varios meses trataba de encaminar  los esfuerzos de ese sujeto por participar en el mundo de las letras, sin lograr un resultado ni siquiera modesto. Acepté, mejor dicho desafortunadamente acepté. A pesar de mi diligencia y entrega, las diferencias entre nosotros, o mejor dicho entre lo que él escribía y mi lectura eran abismales.

Se había presentado como músico de Jazz pero, según sus propios dichos, en los ratos libres ejercía la desacreditada profesión de abogado penalista. Montenegro, el policía de quien no quería acordarme, siempre lo elogiaba alternativamente por su talento musical cuando actuaba en los juzgados y por su habilidad para tramitar los expedientes cuando en los sótanos resoplaba un viejo saxofón. Debo decir que por aquellos años, me llamó poderosamente la atención que su mayor esfuerzo estuviera orientado a memorizar equipos completos, dudosas e improbables hazañas deportivas y a repetir  en voz baja canticos de baja estofa propios del aluvión zoológico que puebla las tribunas de un rufianesco club de futbol  justamente (digo por justicia poética) ubicado al lado del Riachuelo. Más tarde comprendí que esa actividad formaba parte de sus tareas de contra inteligencia. En ese triste período de la historia nacional, un dirigente del ala más conservadora y reaccionaria del espectro político argentino había diagramado una estrategia populista para apoderarse de la presidencia del pestilente club de fútbol al que me refiero con el objetivo encubierto de sobresalir políticamente. Gárriz formaba parte de la patota que acompañó ese intento y fue premiado con un palco al que asistía regularmente. Casualmente uno de los adláteres de ese funesto político ha recuperado el puesto que había dejado su jefe y Gárriz se exhibe nuevamente como un ferviente admirador de esa turbia congregación de almas sumidas en la ignorancia y las bajas pasiones. No tengo dudas que Las tetas de Perón forma parte de las maniobras que un famoso narcopublicista ecuatoriano ha pergeñado para intentar que su empleador llegue a la presidencia de la nación.

Mis ingentes esfuerzos para que Gárriz abandonara la vocación de escritor que decía tener, fue recompensado de dos maneras distintas, en primer lugar me liberé de la lectura de sus textos, y en segundo fui vilipendiado en su novela Echándonos de menos, que nunca sabré cómo fue publicada, aunque tengo fundadas sospechas de que un importante grupo empresario financió el emprendimiento.

Los textos  manifiestan su singularidad cuando son inscriptos en el conjunto de relaciones en que se producen y en la tradición que pretenden prolongar. Hay una vasta prosapia en la literatura argentina vinculada al antiperonismo comenzando por “La fiesta del monstruo” de Borges y Bioy y siguiendo por Dar la cara de David Viñas; me refiero a una larga lista de textos que desde el punto de vista ideológico pueden ser discutibles, pero cuya densidad literaria no puede ponerse en duda. Por eso me niego a establecer esa genealogía literaria para Las tetas de Perón, y me inclino a ubicarlo más bien en estricta relación con Técnica de una traición. Juan Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina de Silvano Santander, que el gran Arturo Jauretche refutara en Los profetas del odio. Incluso la retórica inflamada de Gárriz  se acerca  por momentos a El libro negro de la Segunda Tiranía  que  la autodenominada Revolución Libertadora a través de una Comisión Nacional de Investigaciones se propuso con el  objeto de “reintegrar la administración pública a las condiciones de moralidad, honestidad y prestigio que deben caracterizar el ejercicio de sus funciones”.

Hoy que la República y el gobierno democrático están siendo jaqueados por las grandes corporaciones mediáticas y la derecha neoliberal, las mismas consignas y estereotipos que saturan el texto de Gárriz vuelven a aparecer en las manifestaciones que propician el derrocamiento de las autoridades elegidas hace muy poco tiempo con el abrumador e irrefutable 54%  de apoyo de la ciudadanía. De allí que entiendo que sea necesario caracterizar al autor de este texto como cómplice directo de una campaña de desprestigio del gobierno popular.

Para probar esa aseveración se me impone la necesidad de dar cuenta de otra relación genealógica de este libro: como Marcos Aguinis que acaba de comparar  a las nuevas generaciones que acompañan al gobierno con las juventudes hitleristas, Gárriz publica en un pasquín infame, que se reparte gratuitamente, una notita en la que hace alusiones soeces al bastón de mando de la máxima autoridad del país. Debo señalar con toda honestidad en beneficio de Gárriz que Las tetas de Perón  tiene un mérito, quizás el único destacable, está escrito con mejor estilo que ¡Pobre patria mía! del infortunado escritor riocuartense. También debo reconocer que es una empresa prácticamente imposible  lograr superar el retorcijón de legibilidad  que producen títulos como  El atroz encanto de ser argentinos. Por lo tanto, también en esto Gárriz ha fracasado.

En definitiva, las pruebas al canto, no debemos dejarnos engañar: Las tetas de Perón forma parte de una vasta operación mediática destinada a desacreditar al líder indiscutido del pueblo argentino y a uno de sus faros éticos e intelectuales más conspicuos, el gran Antonio Cafiero, con el objeto de quitar legitimidad al actual gobierno.

Como corolario debo decir que tampoco tengo dudas de la condición de conspirador de Roberto Gárriz, puesto que su condición de doble agente queda al descubierto a simple vista, mientras que todos los que han salido a la calle a batir cacerolas iban bien vestidos, él persevera en ocultarse en un tipo de indumentaria que trata de disimular su auténtica vocación intrigante.

Por último, estoy dispuesto a debatir con quien quiera y en el lugar que se establezca todas y cada una de las afirmaciones de este articulo.

Erbóreo R. Frot.

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